Televisión

Se acabo todo para Juliana Oxenford

Juliana Oxenford, quien alguna vez fue considerada una de las voces más respetadas del periodismo peruano, acaba de protagonizar uno de los desplomes mediáticos más estrepitosos del año. Su salida del podcast “Escuchamos y juzgamos”, transmitido por el canal de YouTube de MADI, fue el colofón de una serie de errores, desplantes y actitudes que terminaron por arruinar su imagen ante el público… y ante sus propios compañeros.

Todo comenzó como una propuesta atractiva: un espacio supuestamente libre, diverso, donde distintas opiniones podían convivir sin censura. Pero bastaron unas semanas —y una polémica entrevista con el incendiario Phillip Butters— para que la máscara de neutralidad se desmoronara y revelara la verdadera cara de Juliana: una figura soberbia, intolerante y absolutamente carente de empatía hacia las opiniones ajenas.

La periodista, en lugar de mostrarse abierta al debate, reaccionó con frialdad y distancia, como si sus ideas fueran superiores y las del resto no merecieran espacio alguno. “Si esto va a ser solo chisme de farándula, yo no tengo vela en ese entierro”, soltó con desprecio frente a las cámaras. Una frase que no solo evidenció su desdén por el formato del programa, sino también su nula capacidad para adaptarse y trabajar en equipo.

Pero el caos no terminó allí. La verdadera bomba estalló cuando Tobi, uno de los miembros del programa, lanzó una indirecta directa hacia otra conductora, Katty Villalobos, insinuando que estaba “buscando su espacio” en PBO. La reacción de Katty fue inmediata: llamó en vivo, enfadada, para encarar al panelista. Lo que siguió fue un espectáculo vergonzoso, con acusaciones cruzadas, gritos y silencios incómodos.

En medio del desastre, Juliana intentó mantener la compostura, pero quedó claro que no tenía ni el control ni el respeto del equipo. Su intento de «poner orden» fue tan débil como tardío. ¿Cómo hacerlo si ella misma había contribuido a enrarecer el ambiente con su actitud distante y su constante aire de superioridad?

Lejos de ser la voz conciliadora, Juliana demostró que no estaba dispuesta a ceder ni un centímetro. Su frase “yo no me siento cómoda” fue casi un grito de derrota, una confesión de que no podía convivir con opiniones diferentes. Un rasgo preocupante en alguien que se hace llamar periodista.

Lo más llamativo fue que ella intentó disfrazar su renuncia como un acto de dignidad profesional. Afirmó que no se iba solo por la entrevista con Butters, sino porque “no encajaba con el equipo ni con el contenido”. Pero en realidad, lo que no encajaba era su ego desbordado en un espacio que pedía diálogo y tolerancia.

Con la mirada fija en la cámara y la voz ensayadamente serena, Juliana se despidió dejando tras de sí un rastro de tensiones, conflictos no resueltos y un programa completamente descompuesto. Su renuncia no fue un acto noble, sino el resultado de semanas de fricciones que ella misma ayudó a alimentar.

Hoy, Juliana Oxenford ya no tiene el espacio que tanto presumía. Su soberbia, su nula empatía con sus colegas y su incapacidad para debatir sin imponer, la dejaron sola. Se fue por la puerta falsa, víctima de su propio carácter y de una actitud que ya no tiene cabida ni en el periodismo moderno ni en los medios independientes.

Una cosa queda clara: no fue el programa quien perdió a Juliana… fue Juliana quien perdió el rumbo. Y lo hizo en vivo, frente a todos.

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