Televisión

Confirmado lo de Edwin Sierra

¡Prepárense para el escándalo que sacudirá los cimientos de la farándula peruana! En un torrente de declaraciones que hielan la sangre y desgarran el alma, Greissy Ortega, hermana de la conocida Milena Zárate, ha destapado una cloaca de horrores que señalan directamente al comediante Edwin Sierra. Lo que se escondía tras la sonrisa del popular humorista era, según el testimonio de Ortega, una red de manipulación, abuso y un episodio tan oscuro que desafía toda comprensión: un aborto forzado cuando ella era apenas una niña de 14 años. ¡Sí, han leído bien, CATORCE AÑOS!

El velo se ha corrido y la figura pública de Edwin Sierra se desmorona para revelar un rostro siniestro, el de un hombre que, con casi 40 años en aquel entonces, no habría dudado en aprovecharse de la inocencia y vulnerabilidad de una adolescente. Greissy, en una entrevista que ya está causando un terremoto mediático con «Café con la Chévez» del diario Trome, confesó con la voz entrecortada pero firme: «Cuando yo dije que él se había metido a mi cuarto, hubo penetración, es la realidad. Yo soy una mujer fértil. Yo no lo sabía y sí, yo quedé embarazada». ¡Una confesión brutal que pinta de cuerpo entero la presunta depravación!

Pero la infamia no termina ahí. Según Ortega, el «zorro viejo» de Sierra, con la astucia que le conferían sus años y su supuesta experiencia en estas lides oscuras, se percató del embarazo incluso antes que la propia Greissy. ¿Y qué hizo este hombre que alguna vez prometió ser «como un padre» para ella? ¿Protegerla? ¿Asumir su responsabilidad? ¡No! La arrastró, bajo un manto de engaños y amenazas, a un centro clandestino, un matadero de inocentes, para segar la vida que crecía en su vientre adolescente.

«Él me llevó a un lugar donde me hicieron perder a mi hijo o hija. Yo no (estaba consciente de que iba a ese lugar). Me dijo que fuéramos a un lado», relata Greissy, reviviendo el trauma. La colombiana describió cómo, sintiéndose mal, con cambios en su cuerpo y mareos, confió en su cuñado, el hombre que le doblaba la edad.

¡Qué ingenuidad trágicamente explotada! «Él se dio cuenta, es zorro viejo, es una persona mayor. Obviamente está experimentado y me imagino que si sabía de esa señora, sabía todo eso, porque ya no es la primera vez que lo había hecho», sentenció Ortega, dejando entrever un patrón de conducta aberrante por parte de Sierra.

La manipulación fue la herramienta predilecta de este presunto monstruo. Greissy recuerda las palabras heladas de Sierra, diseñadas para quebrar su espíritu y someterla a su voluntad: si su hermana Milena se enteraba, la «mataría». Y como golpe de gracia, la amenaza del abandono: «Yo agarro mis cosas y me voy y chau, tú verás qué haces con eso».

¡Un chantaje vil y cobarde contra una niña aterrada! «Me manipuló a mí… me lo dijo allá, llegando…», confesó, pintando un cuadro de coerción y desesperación en el umbral mismo del horror. Greissy no duda en calificarlo: «una persona maquiavélica» y «fría».

El drama familiar alcanza cotas inimaginables cuando Greissy revela el papel de su propia hermana, Milena Zárate. En un giro que añade sal a la herida, Ortega acusa a Milena de haberla agredido físicamente al descubrir la relación clandestina y, peor aún, de haber preferido creer y proteger a Sierra. «¿Cómo vas a preferir a tu pareja que a tu hermana?», clama Greissy, con una mezcla de dolor e incredulidad.

«Ella prefirió creer en él que en mí, ella prefirió agredirme a mí que a Edwin, porque Edwin le pasaba un sustento a su hija, porque Edwin le iba a dejar la casa, le iba a cambiar su camioneta, yo no lo iba a poder hacer». ¡Palabras que resuenan como una traición imperdonable, donde el bienestar material habría pesado más que la sangre y el sufrimiento de una hermana menor!

Greissy recuerda con amargura cómo Sierra, el hombre de casi 40 años, la sedujo cuando ella apenas cumplía los 15, bajo la falsa promesa de una figura paternal. Mientras tanto, Milena, quien debía ser su protectora, su «mamá» en tierra ajena, le habría fallado de la manera más cruel.

«Él era un hombre de 40 y tantos años y yo cumplía los 15. Si mi hija me dice a mí cualquier cosa yo le voy a creer a mi hija, más no a mi pareja o a otra persona», reflexiona Ortega, marcando la abismal diferencia entre su concepción de la maternidad y la actitud que denuncia en su hermana.

Hoy, las heridas siguen abiertas. Greissy Ortega, convertida en madre, ve aquellos sucesos con la perspectiva del tiempo y el dolor imborrable. La reconciliación con Milena parece una utopía: «Creo que ella y yo somos polos opuestos y la verdad nunca vamos a llegar a un acuerdo único. Ella tiene su verdad, yo tengo la mía. Hacemos un buen equipo, pero de lejos, a ella la quiero lejos de mí y más lejos de mis hijos».

Estas declaraciones no son solo un chisme de farándula; son el grito desgarrador de una presunta víctima que ha cargado con un trauma atroz durante años. Edwin Sierra, el hombre que hacía reír a multitudes, enfrenta ahora la acusación más grave: la de ser un depredador, un manipulador sin escrúpulos que habría destruido la inocencia de una niña y la habría forzado a un acto abominable.

El Perú entero está en vilo, esperando respuestas, esperando justicia, mientras la sombra de la duda y el horror se cierne sobre una de sus figuras más populares. ¿Es este el verdadero rostro de Edwin Sierra? Las palabras de Greissy Ortega resuenan con una fuerza devastadora, pintando la imagen de un auténtico monstruo. ¡El escándalo apenas comienza!

 

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