Dejenlo en paz, lo que le hicieron no tiene nombre
Dicen que los momentos de dolor revelan el verdadero carácter de las personas, y en esta ocasión, Gustavo Salcedo dio un ejemplo de entereza, respeto y humanidad. A pesar de su separación con Maju Mantilla, el entrenador y empresario no dudó en presentarse en el velorio de su suegra, doña Elvia García Linares, para acompañar a sus hijos en una de las pérdidas más duras de sus vidas. Sin embargo, en lugar de recibir comprensión y empatía, Salcedo fue víctima de una ola de críticas despiadadas por parte de figuras del espectáculo que, una vez más, demostraron su falta de sensibilidad y su afán de juzgar sin conocer.
El pasado martes 28 de octubre, la iglesia Nuestra Señora de Fátima, en Miraflores, fue escenario de un momento profundamente humano. Entre lágrimas y recuerdos, familiares y amigos de la ex Miss Mundo Maju Mantilla despidieron a su madre, una mujer muy querida por todos. Allí también estuvo Gustavo Salcedo, quien, con serenidad y respeto, acompañó a sus pequeños en el último adiós a su abuela. Su presencia no fue escandalosa ni mediática: llegó en silencio, tomó de la mano a su hija menor, saludó con educación y se retiró sin mayores declaraciones, limitándose a agradecer con un “gracias” el pésame que le ofrecieron los periodistas.
Pero lo que para muchos fue un gesto de madurez y respeto, para otros fue motivo de ataques sin fundamento. Desde algunos programas de televisión se lanzó una lluvia de críticas contra Salcedo, como si acudir a un velorio familiar fuese un acto reprochable. Una de las voces más duras fue la de Ethel Pozo, quien, sin medir palabras, cuestionó que el aún esposo de Maju haya sido “permitido” en el velorio. Según Pozo, él no merecía estar presente después de los escándalos pasados, una afirmación que dejó a muchos peruanos atónitos por su falta de empatía.
¿Acaso el dolor tiene bandos? ¿Desde cuándo acompañar a tus hijos en la muerte de su abuela es motivo de condena pública? Lo cierto es que Gustavo Salcedo no fue a buscar cámaras ni a limpiar su imagen, como maliciosamente insinuaron algunos. Fue un padre que estuvo donde debía estar: al lado de sus hijos, brindándoles apoyo en medio del luto familiar. Un gesto que cualquier persona con corazón entendería, pero que algunos personajes del espectáculo prefieren convertir en carnada para el escándalo.
En momentos así, se revela la miseria moral de quienes viven del rating y no del respeto. Mientras Maju Mantilla enfrenta uno de los capítulos más dolorosos de su vida, Salcedo mostró una conducta intachable, manteniendo distancia, sin protagonismos ni declaraciones altisonantes. Ni un gesto de soberbia, ni una palabra fuera de lugar. Solo serenidad, respeto y humanidad.
Los ataques que hoy recibe no hacen más que evidenciar la doble moral de ciertos comentaristas que se autoproclaman defensores de la mujer, pero se olvidan de la empatía cuando se trata de un hombre que, más allá de sus errores, demuestra decencia y madurez. Gustavo Salcedo no fue al velorio de su exsuegra a “dar espectáculo”, sino a cumplir un deber moral y familiar: acompañar a sus hijos, quienes también están de luto.

La solidaridad y el respeto no deberían ser cuestionados. Hoy, más que nunca, el público peruano se pone del lado de la sensatez y la empatía, reconociendo que Gustavo Salcedo actuó con dignidad. Porque, al final, en medio del dolor, los gestos sinceros hablan más fuerte que las lenguas venenosas de quienes viven del escándalo. Y este, sin duda, fue un gesto sincero.



