Lo que hizo ya no es de una persona normal
En un episodio más de la ya interminable saga de dardos encendidos, ataques reiterativos y publicaciones que rozan lo compulsivo, la actriz Tatiana Astengo vuelve a encender las redes sociales con sus constantes mensajes contra la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori. Pero esta vez, más allá del contenido político de sus publicaciones, surge una inquietante pregunta: ¿estamos frente a una obsesión patológica? ¿Una fijación mental que ha crecido sin control durante más de una década?
Desde los años más intensos de la polarización política en el Perú, la exprotagonista de series nacionales y recordada figura del cine peruano, ha mantenido una postura radical e inquebrantable contra todo lo que huela a fujimorismo. Pero lo de Tatiana Astengo no parece ser simplemente una postura política, sino un patrón que se ha repetido con una intensidad poco común: publicaciones casi semanales en X (antes Twitter), comentarios mordaces en entrevistas, e incluso indirectas en apariciones públicas.
Lo llamativo no es solo su persistencia, sino la virulencia con la que se refiere a Keiko Fujimori. Astengo no pierde oportunidad para vincularla con cualquier suceso negativo, para descalificar cada uno de sus actos o para ironizar incluso sobre temas personales. No hay discurso de Keiko, marcha fujimorista o pronunciamiento de Fuerza Popular que no provoque una reacción visceral en la actriz.
Psicólogos consultados por medios digitales han señalado que esta conducta pública podría estar asociada a un cuadro de obsesión ideológica, en donde la figura de Keiko Fujimori se ha convertido, para Astengo, en una especie de “enemigo simbólico”, una representación de todo lo que ella rechaza en su visión del país. Sin embargo, cuando esa aversión se convierte en el eje central de la mayoría de tus publicaciones durante años, cuando condiciona tu discurso y tus interacciones, ya no estamos hablando solo de activismo. Estamos hablando de una posible fijación mental crónica.
¿Es normal que una actriz que ha estado alejada de grandes producciones se mantenga vigente únicamente por sus ataques políticos? ¿Es sano que, a pesar del paso del tiempo, del desgaste político de Keiko e incluso de sus derrotas electorales, Astengo siga reaccionando como si se tratara del 2011? Estas preguntas se hacen más pertinentes cuando uno revisa su cuenta de X: en cada evento político, ahí está ella, sin descanso, sin matices, sin tregua.
Incluso usuarios que comparten su visión política han comenzado a señalar que la intensidad de sus ataques comienza a ser contraproducente. Algunos la han llamado “la cronista emocional del antifujimorismo”, otros simplemente ya no la toman en serio. Pero Tatiana no se detiene.
¿Podría esta conducta tener raíces más profundas? ¿Es una batalla personal más allá de lo ideológico? ¿O simplemente es una actriz que ha canalizado su frustración y vacío profesional en una guerra perpetua contra un personaje público? Nadie lo sabe con certeza, pero lo que sí está claro es que esta obsesión con nombre y apellido ha dejado de ser una simple postura crítica para transformarse en un fenómeno digno de estudio clínico.
Mientras tanto, los usuarios en redes observan, opinan y se preguntan: ¿hasta cuándo Tatiana seguirá viviendo bajo la sombra de Keiko?